Como estamos en Navidad, voy a tratar aspectos de la historia de España, que hay muchos,
sobre la evangelización de medio mundo.
Una vez más, una gesta desconocida y por supuesto tapada y bien tapada, para empezar
porque España evangelizo a un continente o casi medio mundo, con personas generosas y
valientes, desprendidas de sí mismas y con una fe en el altísimo, que en muchos casos, les
llevo a perder sus vidas con tal de llevar la palabra de Dios a lo mas lejano del territorio
español.
Una vez que Juan Sebastián Elcano realiza la proeza de dar por primera vez la vuelta al mundo,
desde varios puertos de la Nueva España (México) comienzan a partir expediciones con rumbo
al Poniente, pero todas naufragaban, al encontrar vientos en contra a su regreso.
Fue entonces cuando el Rey Felipe II ordena una nueva expedición -con la intención de que
fuera la “definitiva”- bajo el mando de Miguel López de Legazpi, quien estaría auxiliado por el
fraile agustino Andrés de Urdaneta, antiguo navegante de aquellos mares.
De noble cuna, excelente marino, con un prometedor futuro como hombre de armas y
cortesano, Andrés de Urdaneta lo dejó todo para ingresar como fraile en un convento agustino
de México.
Sin embargo, el rey Felipe II le siguió reclamando para sus expediciones.
La expedición sale del Puerto de Navidad a fines de 1564, y llega a las Filipinas a principios del
siguiente año. Muy pronto se consuma la conquista de las principales islas del archipiélago. Sin
embargo, quedaba pendiente la ruta de regreso… Y es que de nada servía que el archipiélago
fuese conquistado, evangelizado y colonizado si no se hallaba una ruta de regreso que
comunicase a las Filipinas con el resto del Mundo Hispánico.
Solamente de esa manera se podría garantizar que los primeros españoles llegados hasta
aquel rincón del mundo no quedasen aislados, sino que, detrás de ellos, llegasen más
soldados, frailes y todo lo necesario para edificar sobre bases firmes una nueva nacionalidad.
Legazpi, el jefe de la expedición le encomienda al Padre Urdaneta -fraile y navegante- que
encuentre esa ruta de regreso a la Nueva España, actual México. Urdaneta sostenía una
curiosa teoría náutica: si las corrientes de vientos cerca del Ecuador iban de Este a Oeste, en el
Norte y en el Sur debería de haber otras que fuesen en sentido contrario.
“El fracaso de las expediciones anteriores se había debido a que, al regresar siguiendo la
misma latitud, habían navegado contra el viento. Era necesario ir más hacia el Norte y
aprovechar vientos de popa”
La expedición de Urdaneta parte de Cebú (capital de las Filipinas) el 1 de junio de 1565, se
dirige hacia el paralelo 40 latitud norte y, tras varios meses de ver tan sólo mar y cielo, el 26 de
septiembre avista las costas de la Alta California y desembarcan en Acapulco el 8 de
octubre. Lo habían conseguido.
El gran marino y hombre de Dios Andrés de Urdaneta tenía una osada teoría: para evitar los
vientos en contra la expedición de tornaviaje debía realizarse considerablemente más al norte
que la tradicional. El tiempo le dio la razón.
“El regreso había durado más de cuatro meses, pero la hazaña estaba consumada: Sí era
posible la evangelización y colonización de las Filipinas”
Se había encontrado un camino duradero que durante doscientos cincuenta años uniría a
Filipinas tanto con la Nueva como con la Vieja España. En lo sucesivo, estarían unidas Europa y
Asia, teniendo a México como punto de contacto o escala intermedia. Muy pronto empiezan a
llegar a Filipinas colonos y misioneros.
En 1572 los agustinos habían edificado en Manila su primer convento, y cinco años después
llegarían los franciscanos. En 1579 Manila se erige en sede episcopal y se nombra primer
obispo al dominico Fray Domingo de Salazar.
De 1575 a 1595, o sea, en veinte años, salieron de España, pasando por México, un total de 454 misioneros repartidos de la siguiente manera: 178 franciscanos, 145 dominicos, 106 agustinos y 25 jesuitas.
Hubo quien propuso a Felipe II abandonar el archipiélago porque su colonización era
un pésimo negocio, a lo cual respondió el monarca: “Con tal de mantener una ermita -si más
no hubiese- que conservase el nombre y veneración de Jesucristo, porque aquellas islas no
habrán de quedar sin que se les predique la Fe aunque no tengan ni oro ni plata”
A mediados del siglo XVII había en Filipinas alrededor de dos millones de cristianos. Como
antes dijimos, durante un cuarto de milenio, México y Filipinas estuvieron unidos por medio de
la famosa “Nao de la China”, también llamada “Galeón de Acapulco” (una suerte de puente
marítimo), la cual, además de llevar misioneros hasta el Oriente, desde el Oriente traía telas,
especies y figuras de marfil.
Por todo lo anterior, y como conclusión:
Si Filipinas es el país que cuenta en Asia con el mayor número de católicos en gran parte se
debe tanto a España como a México, pueblos que desempeñaron un papel decisivo en su
evangelización, y a pesar de que los useños han hecho lo posible y lo imposible por borrar la
huella española allí, no han sido capaces de romper la fe, que sigue allí prendida mas que en la
propia España.
La semilla cayó en tierra fértil, y prueba de ello es la predilección que los últimos Papas han
manifestado por aquel pueblo hermano.
Nota de la película 1998 LOS ÚLTIMOS DE FILIPINAS: Lamentablemente, hace pocos años unos
españoles presentaban una película -producida por Enrique Cerezo- que se burlaba de “los
últimos de Filipinas”, otro grupo de héroes que lo dieron todo por defender uno de los últimos
territorios españoles en el Pacífico. Se sumaban así a la actitud de algunos contemporáneos de
estos bravos soldados, quienes siguieron defendiendo el último bastión español en las islas -sin
munición, comida ni agua- más de 100 días después de firmada la paz, pues no les llegó la
orden de abandonar el fuerte y deponer las armas.
A su vuelta a España, cuando por fin se convencieron de que había finalizado la guerra, fueron
olvidados y despreciados, e incluso se hicieron acreedores de las burlas de parte de sus
contemporáneos, que prefirieron -en vez de rendirles justo homenaje y admiración, a pesar de
su derrota- “mirar a la modernidad” y a la supuesta “paz”. Muchos de ellos tuvieron que
mendigar para sobrevivir.
Lo cierto es que, justo tras la salida de los españoles del archipiélago, en 1898, EE. UU se
anexionó el país, con la excusa de que los filipinos eran incapaces de autogobernarse y
necesitaban ser cristianizados (sus instituciones funcionaban estupendamente, con gran
autonomía, y el país venía siendo cristiano católico desde la entrada de los españoles, siglos
atrás). Con la política de “matar a los mayores de 10”, del cual haré un articulo mas adelante,
sin dejar que me ciegue mi pasión por las islas filipinas, consiguieron el genocidio de 1 millón
de personas mayores de 10 años de una población de 10 millones.
Posteriormente, Japón ocupó la isla durante la Segunda Guerra Mundial, y en 1946 por fin el
país consiguió su independencia de Estados Unidos. Sin embargo, tampoco entonces fue
pacífica la vida de los filipinos: dictaduras, corrupción, comunismo, inestabilidad política y
económica… He aquí la “paz” y el pacifismo que buscaban y alegaban algunos de los
contemporáneos de los Héroes de Filipinas.
Mas adelante, también haré un reportaje sobre las películas aberrantes sobre la historia de
España, que hemos visto últimamente, no ahora que es Navidad, y que aprovechó para desear
a mis queridos lectores, unas felices fiestas navideñas.
David López Cerro
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