Si has comenzado a leer el artículo y no te sangran los ojos con el título, eres una víctima más del sistema de educación español de los últimos 20 años.
Cada día, mientras el conocimiento y los avances se suceden e internet nos inunda con todo tipo de información, ahora que tenemos toda la historia y cultura mundial a unos pocos clics de ratón, ahora es cuando el estudiante medio español está peor preparado, y con una tendencia a empeorar que resulta alarmante.
El último avance político para mejorar la educación del estudiante español será permitir terminar bachillerato con asignaturas suspensas, lo que unido a la imposibilidad de repetir dos veces el mismo curso o más de dos veces cualquier ciclo, permitirán a todo alumno con tiempo, y paciencia de sus padres, terminar el bachillerato sin conocimiento alguno (ni teórico ni práctico), lo que no solo conlleva premiar con un título a aquellos que no lo merecen, de eso parece que en el Gobierno saben mucho, sino que minará las ganas de trabajar y esforzarse de aquellos que buscan progresar gracias al esfuerzo.
En la búsqueda de la “igualdad” y de acabar con el fracaso escolar, los diferentes ministros de educación han ido creando leyes que igualan al alumnado, pero siempre por abajo, y facilitando el pasar de curso hasta límites insospechados, hasta que, sin apenas darnos cuenta, habrá chavales con la secundaria que apenas sepan leer y escribir, y de historia, matemáticas o física, mejor ni hablamos.
Nadie discute la necesidad de ayudar a aquellos que por los motivos que fueran tienen más dificultadas, pero siempre exigiendo un mínimo en contenidos y un máximo en esfuerzo y trabajo, puesto que, en esta vida nada es fácil, y tampoco los estudios deberían serlo.
Y así, ley tras ley, decepción tras decepción, los alumnos van pasando de curso y se preparan para profesiones poco cualificadas, pero con su título de ESO, Bachillerato y Grado Superior de cualquier cosa que se les pueda ocurrir como requisito necesario para trabajar en lo que hasta hace tan solo unos años podías hacer sin estudios.
Y ya, llegados a este punto, podríamos pensar, ¿por qué este afán en hacernos tan incultos e ignorantes?, ¿por qué ese interés en premiar el mínimo esfuerzo y limitar a los que destacan por sus méritos y trabajo?, pero no lo hacemos, y así, poco a poco, llegará el día en que no solo no haya respuestas, sino que tampoco habrá preguntas.
Rafael Castellano